VIERNES 25/SEP/2009
BALANCÁN, TABASCO, MÉXICO
JULIAN MALDONADO LAINES
TABASCO HOY/Corresponsal
Balancan.com
CRÓNICA
“No mi hijito, aquí cada vez está peor la cosa, hasta 1980 todavía en este pueblo había trabajo con el ferrocarril, pero con el paso del tiempo todo se acabó, ahora la mayoría de la población, principalmente los jóvenes han emigrado a los Estados Unidos con la intención de mejorar su situación económica o de plano han abandonado sus hogares para irse a vivir a otro lado”, es el testimonio de Celiano Moguel Hidalgo, trabajador ferrocarrilero jubilado quien habita en esta pequeña comunidad asentada en el sureste del municipio de Balancán.
Su mente aun no “descarrila”, y a sus 76 años de edad, se conserva fuerte físicamente, el rudo trabajo como reparador de las vías del tren durante 40 años, han forjado su temple de acero, su mente lúcida aun, le permite narrar anécdotas del auge y decadencia del pueblo de Mactún como estación ferrocarrilera.
“Don Celi”, como popularmente conocen al amable septuagenario de cabellos y bigotes blancos, vestido en forma sencilla y sentado en una improvisada banca a la sombra de un frondoso árbol, nos platica en forma amena como era la vida antes en este típico pueblito, cuyos mejores momentos solo se conservan en el recuerdo de sus cálidos y pocos habitantes.
“Tenía la edad de quince años cuando con solo una maleta de ropa y una hamaca a cuestas salí de Santa Ana (hoy Netzahualcóyotl) para venir a trabajar en el tren, por circunstancias del destino me tocó venirme a Mactún en el año de 1948, un año después de que llegara a la ciudad de Tenosique el primer tren de pasajeros, estableciéndose así la comunicación férrea con los estados de Campeche y Yucatán, esto fue el 6 de enero de 1947, yo ganaba 6 pesos con 40 centavos”, rememora el anciano.
Agrega que en esa época abundaba el trabajo en las líneas ferroviarias, al igual que en El Águila y La Villa El Triunfo, que eran las principales estaciones donde paraba el tren de pasajeros en el municipio de Balancán.
“Hasta los años 80, cada noche se esperaba con ansia al tren en la estación, que hoy solo es un refugio para ilegales y malvivientes—dice con un gesto de añoranza el entrevistado—Y es que en sus alrededores se daban cita vendedores de todo tipo, panucheros, panaderos, tamaleros, los que vendían dulces típicos y una suerte mas de vendedores, parecía un antiguo mercado gitano”.
“Eso era vida para el pueblo, esperar el tren en las mañanas proveniente de la península, a la media noche proveniente de la capital de la república o viceversa, había trabajo para todos, el dinero circulaba, mucha gente mejoró su situación económica en esos tiempos”, remata con amplios movimientos de sus callosas y morenas manos Don Celi.
“Hoy todavía se escucha aquel sonido clásico de las bocinas del tren cuando pasa, mas sin embargo ya no trae pasajeros solo carga. Podemos decir que es el pitido de un tren fantasma, igual que el pueblo de Mactún—sentencia-- donde hay muchas casas abandonadas, sin gente que las habite, ya que muchos emigraron por la falta de trabajo”
“La estación de trenes hoy es recuerdo bonito, jamás volverán aquellos días de viajeros, cargas ligeras y familiares esperando a sus seres queridos”, dice con voz entrecortada el patriarca de la familia mientras acaricia suavemente el mango de su rustico bastón y su mirada se pierde en el silencio reinante de las calles de Mactún…el pueblo fantasma.