Danza de raíces prehispánicas como el Pochó y el baile de los Blanquitos, se siguen conservando en la cultura de esta región fronteriza.
El carácter mítico de esta danza es indudable y se considera que sus orígenes se remontan al tiempo anterior a la Conquista, ya que los indígenas la practicaban como parte de una ceremonia religiosa del culto a sus dioses. Cuando los conquistadores convirtieron a los indígenas al cristianismo, esta danza siguió ejecutándose, pero desde entonces la relacionaron íntimamente con la religión católica, aunque sin formar parte del culto, y es así como se conserva hasta nuestros días.
Historia representada en una danza con faldas y máscaras multicolores que bailan al ritmo cadencioso de un pito y un tambor, para representar la mítica riña entre el bien y el mal.
DANZA DEL POCHÓ
El Pochó consiste en una serie de danzas y otras ceremonias ejecutadas al compás de una música melodiosa y triste, producida por un pito hecho con caña de carrizo, acompañado de tambores; todo esto simboliza la purificación del hombre a través de la lucha entre el bien y el mal. Los personajes de estas danzas son los “cojoes” (hombres), las “pochoveras” (doncellas) y los “tigres”.
Según el argumento, los cojoes son criaturas superiores de la naturaleza, en quienes los dioses han depositado rasgos positivos y negativos; el dios maligno llamado Pochó desea la destrucción de los hombres y envía a los tigres a eliminarlos; el grupo de pochoveras actúa ambiguamente, primero como enlace entre el Pochó y los seres terrestres, y después como mediadora entre cojoes y tigres. Los tres grupos de personajes deciden finalmente “recoger sus pasos”, es decir, desandar su vida de actos reprobables, y destruir con ello, dentro de sí mismos, al dios Pochó. Esto último se simboliza con el hecho de quitarse las máscaras en el mismo sitio donde, al ponérselas, habían absorbido sus rasgos negativos, y de ir arrojando, en una carrera por varias calles, las vestimentas vegetales que constituyen el vestuario de los cojoes. Se trata, entonces, de un retorno a la inocencia mediante un acto de purificación.
Este argumento, a excepción de la última escena, que se representa sólo el martes de carnaval, se repite varias veces a lo largo de los recorridos por la ciudad.
MIÉRCOLES 21/ENE/2009
TENOSIQUE, TABASCO, MÉXICO
JULIÁN MALDONADO LAINES
TABASCO HOY/Corresponsal
Balancán.com
REPORTAJE 1ª PARTE.
Fiesta de raíces prehispánicas como "El Pochó", y coloniales, como "los Blanquitos", mantienen vivas las tradiciones ancestrales del municipio de Tenosique y la región.
Casi dos toneladas de harina son arrojadas en el arranque del carnaval más impresionante del estado de Tabasco. En la localidad de Tenosique, cientos de personas de diferentes edades quedan cubiertas con capas de harina, huevo y agua, mientras esperan ansiosas el inicio de las festividades carnestolendas, famosas por las danzas rituales de “El Pochó” y “Los Blanquitos”.
Estas costumbres son exclusivas de Tenosique, pequeña ciudad tabasqueña situada en la margen derecha del caudaloso río Usumacinta, en medio de la encrucijada que forman los estados de Campeche, Tabasco y Chiapas y el Departamento del Petén, de Guatemala.
ORIGENES DE LA TRADICIÓN
Entre las costumbres peculiares de esta región hay una que se distingue por el hecho de que ha conservado, a través de tantos años, sus caracteres primitivos, a pesar de sus complicadas ceremonias; esta costumbre consiste en una danza denominada “El Pochó”, que se lleva a cabo durante los días de carnaval, todo comienza la noche del 19 de enero en vísperas del día de San Sebastián.
TENOSIQUE, TABASCO, MÉXICO
JULIÁN MALDONADO LAINES
TABASCO HOY/Corresponsal
Balancán.com
REPORTAJE 1ª PARTE.
Fiesta de raíces prehispánicas como "El Pochó", y coloniales, como "los Blanquitos", mantienen vivas las tradiciones ancestrales del municipio de Tenosique y la región.
Casi dos toneladas de harina son arrojadas en el arranque del carnaval más impresionante del estado de Tabasco. En la localidad de Tenosique, cientos de personas de diferentes edades quedan cubiertas con capas de harina, huevo y agua, mientras esperan ansiosas el inicio de las festividades carnestolendas, famosas por las danzas rituales de “El Pochó” y “Los Blanquitos”.
Estas costumbres son exclusivas de Tenosique, pequeña ciudad tabasqueña situada en la margen derecha del caudaloso río Usumacinta, en medio de la encrucijada que forman los estados de Campeche, Tabasco y Chiapas y el Departamento del Petén, de Guatemala.
ORIGENES DE LA TRADICIÓN
Entre las costumbres peculiares de esta región hay una que se distingue por el hecho de que ha conservado, a través de tantos años, sus caracteres primitivos, a pesar de sus complicadas ceremonias; esta costumbre consiste en una danza denominada “El Pochó”, que se lleva a cabo durante los días de carnaval, todo comienza la noche del 19 de enero en vísperas del día de San Sebastián.
El carácter mítico de esta danza es indudable y se considera que sus orígenes se remontan al tiempo anterior a la Conquista, ya que los indígenas la practicaban como parte de una ceremonia religiosa del culto a sus dioses. Cuando los conquistadores convirtieron a los indígenas al cristianismo, esta danza siguió ejecutándose, pero desde entonces la relacionaron íntimamente con la religión católica, aunque sin formar parte del culto, y es así como se conserva hasta nuestros días.
Historia representada en una danza con faldas y máscaras multicolores que bailan al ritmo cadencioso de un pito y un tambor, para representar la mítica riña entre el bien y el mal.
DANZA DEL POCHÓ
El Pochó consiste en una serie de danzas y otras ceremonias ejecutadas al compás de una música melodiosa y triste, producida por un pito hecho con caña de carrizo, acompañado de tambores; todo esto simboliza la purificación del hombre a través de la lucha entre el bien y el mal. Los personajes de estas danzas son los “cojoes” (hombres), las “pochoveras” (doncellas) y los “tigres”.
Según el argumento, los cojoes son criaturas superiores de la naturaleza, en quienes los dioses han depositado rasgos positivos y negativos; el dios maligno llamado Pochó desea la destrucción de los hombres y envía a los tigres a eliminarlos; el grupo de pochoveras actúa ambiguamente, primero como enlace entre el Pochó y los seres terrestres, y después como mediadora entre cojoes y tigres. Los tres grupos de personajes deciden finalmente “recoger sus pasos”, es decir, desandar su vida de actos reprobables, y destruir con ello, dentro de sí mismos, al dios Pochó. Esto último se simboliza con el hecho de quitarse las máscaras en el mismo sitio donde, al ponérselas, habían absorbido sus rasgos negativos, y de ir arrojando, en una carrera por varias calles, las vestimentas vegetales que constituyen el vestuario de los cojoes. Se trata, entonces, de un retorno a la inocencia mediante un acto de purificación.
Este argumento, a excepción de la última escena, que se representa sólo el martes de carnaval, se repite varias veces a lo largo de los recorridos por la ciudad.
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