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Lic. Julián Andrés Maldonado Laines


viernes, 7 de noviembre de 2008

DESPIDEN FAMILIARES Y AMIGOS A VICTIMAS.

Un joven y una señora, otras victimas fatales del accidente de avión.

VIERNES 07/NOV/08
MÉXICO, D.F.
AGENCIAS
Radio Noticias Balancán (RNB)

CRÓNICA

“Era el mejor hijo, el mejor padre, el mejor hermano, muy cariñoso”, así definió a Alan Christian su tía Leticia Vargas quien con sus familiares sumaba ya 42 horas de angustia y dolor cuando los restos de Alan fueron cremados ayer en una agencia funeraria de Sullivan.

Todos los días, Alan Christian dejaba por la mañana y recogía al atardecer a su esposa Hilda, justo en el triángulo que forman las calles Montes Pelvoux, Pedregal y la ciclopista Ferrocarril de Cuernavaca.

Olvidar la lap top, subir por ella, le valió a Hilda conservar la vida y observar, desde la ventana del edificio en donde trabaja, la caída del avión Learjet 45 y cómo enseguida ardía en llamas el auto en el cual Alan Christian solía pasar por ella.

A partir de las 18:45 del martes, hora del suceso, los familiares mantenían la esperanza de hallarlo entre los heridos resguardados en hospitales, hasta el mediodía del miércoles cuando reconocieron los restos en el Servicio Médico Forense.

"¡Ahí va mi hijo!", sollozó la madre, cuando la carroza de la agencia funeraria salió del Semefo, a las 21 horas, sólo para esperar los vehículos que acompañarían el cortejo.

Sin escolta policiaca, la familia a bordo de cinco vehículos viajó de la colonia Doctores, a la agencia situada en la esquina de Sullivan y Rosas Moreno.

Asesor financiero, a los 28 años de edad, Alan Christian Vázquez Vargas "se sentía muy orgulloso de lo que había logrado, de su esposa, de sus dos hijos pequeños, una niña de 2 años y un niño de 7 años; de su trabajo que lo tenía muy contento".

Vecino de la colonia Algarín, cerca de Viaducto y Tlalpan, Alan Christian mantuvo ayer, en la despedida, llena la capilla 20 de la agencia funeraria, durante toda la noche y pletórica antes de partir al crematorio.

Con aplausos y lágrimas, familiares y amigos le dieron el último adiós.

La capilla fue incapaz de recibir a todos quienes deseaban estar cerca, así que mientras papás y hermanos celebraban las exequias, muchas personas debieron aguardar en el vestíbulo y las escaleras.

"Todavía no lo puedo creer, como que estaba en el lugar equivocado en un momento equivocado", lamentó un amigo entre lágrimas.

Después de la última misa de cuerpo presente, el féretro fue movilizado para la incineración y las cenizas fueron entregadas a la familia.

"Era la persona más alegre, muy bromista, siempre contento", rememoró su tía Leticia Vargas.

La recuerdan con respeto

Los restos de la señora Patricia Oropeza descansan ya en la misma Colonia donde trabajó y encontró la muerte el martes cuando vio caer un avión: Lomas de Chapultepec.

Después de haber sido velada en una capilla del Panteón Francés, a donde acudieron cientos de familiares, amigos y hasta desconocidos para dejar flores, fue cremada.

Los restos de la dama de 58 años, y empleada de una agencia de viajes, fueron depositados en la Iglesia de Nuestra Señora de Covadonga.

Las muestras de solidaridad han sido cientos, indicó Alejandro Oropeza, hijo de la víctima.

"Pareciera que mi mamá es un político o un personaje importantísimo, nos sentimos abrumados por tanto amor hacia ella. Es una muestra de su don de gente, de lo que sembró en la vida", consideró.

Oropeza se encontraba en la esquina de Pedregal y Monte Pelvoux cuando vio caer el avión donde falleció también el Secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño.

Esperaba que pasaran por ella para ir, junto con su hijo y amigos, a la fiesta que organizó la Embajada de Estados Unidos en un hotel de Polanco con motivo de las elecciones presidenciales.

Esa tarde, su compañero, Ignacio Gómez, tocó el claxon del BMW color blanco para avisar que ya estaba ahí.

Oropeza comenzó a caminar a su encuentro, de pronto cayó el avión del cielo y todo fue confusión y tragedia.

Después de una intensa búsqueda en diversos hospitales, los restos de la mujer, residente de la Colonia San Jerónimo, cuyo orgullo era un nieto de siete años, fueron localizados en el Servicio Médico Forense.

"Mi mamá me sacó adelante. Fue madre soltera a los 22 años, apareció con un niño de repente y su vida fue trabajar para mí, para hacerme un hombre de bien y apoyar en el gasto familiar", agradeció Alejandro.

Sus compañeros de trabajo acudieron también a despedir a Oropeza, pensando que cualquiera de ellos pudo haber muerto entre el fuego de las explosiones.

"Muy lamentable lo que pasó", señaló Claudia Islas, colega de Oropeza, "estaba en el lugar equivocado, era una buena mujer, sobre todo simpática y entusiasta".

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